"Bichito" se hace grande y como veis no hay nada que se le resista... No tiene problema alguno en adaptarse al medio que le rodea ni en adaptar éste a su medida. Su última adaptación: el lenguaje.
Al parecer los adultos utilizamos un montón de palabras que no le deben parecer adecuadas, así que no duda un instante en "reformarlas" a su medida. Y esto es así hasta el punto que si tuviera que marcharse mañana mismo, me vería en la obligación de pasarme la noche en vela para pasar al papel su diccionario personal para que su familia no se desesperara intentado comprender su extenso vocabulario.
Cuando nuestras niñas eran pequeñas cada una de ellas se enfrentó al problema de la comunicación de forma distinta, ya sabéis, cada niño es un mundo...
La mayor, con sólo dos años, no había forma de conseguir que estuviera en silencio. Y ya no era sólo que no callara, es que de todo opinaba, todo lo cantaba y todo se le entendía... Al crecer y convertirse en adolescente (maravillosa etapa, por cierto...) su vocabulario pasó a ser básico, y podemos observar con gran estupor, como una misma palabra sirve para denominar 6 o 7 distintas que misteriosamente, la RAE aún no contempla.
Su hermana por el contrario, con dos años, prácticamente no pronunciaba palabra (de cantar ya ni hablamos) y para cuando se decidió a hacerlo no había sílaba en su sitio, cosa que por otra parte, a ella le llenaba de frustración y nosotros de simpáticas anécdotas. Hoy con 11 años, su vocabulario, no es que sea extenso, es que nos deja sorprendidos a su padre y a mí y nos hace plantearnos empezar a leer el diccionario a escondidas para que no nos deje en evidencia el día menos pensado.
¿ Y que pasa con "bichito"? Pues que como os decía antes cada niño es un mundo y para no ser menos ha decidido renombrar todas las palabras que le enseñamos. Nunca nos gustó llamar a los perros "gua-guaus", ni al biberón "bibi" ni cosas por el estilo. Bueno, no hace falta, sabed que si un bebé decide cambiarle el nombre a algo, lo hará os pongáis como os pongáis. Nuestro chucho, por ejemplo, ya no es Drago, la mayoría de las veces es ¡¡pero!!, bajar es bubir, y comer es más...
No sé cómo se expresará dentro de diez años pero sí sé que me encantaría que está etapa tan tierna y emocionante pudiera formar parte de los recuerdos de la familia que la espera. ¿Y no te da pena? me preguntaron hace unos días por enésima vez... No, lo que me da pena es que no esté ya con su familia o pensar que podría no tener, ni siquiera a la nuestra, para guardar sus fotos y sus logros. Para guardar, como un tesoro, la maravillosa aventura de crecer y adaptarse al mundo.